El legado de Julius Fucik, periodista y militante checoslovaco, y la historia de «Reportaje al pie del patíbulo», un libro que se ha convertido en un testimonio imprescindible. Rodolfo Walsh, en su célebre carta a la Junta Militar, nos hablaba de su juramento de dar testimonio en tiempos difíciles. Él, aunque ejemplo coherente, por fortuna no fue el único exponente de esta máxima del periodismo comprometido y militante. Publicado en Marcha el 5 de Abril de 2012.
Mucho antes que él, en 1903, en Praga (la “Rosa gris” como la llamara Pablo Neruda), nacía Julius Fucik, quién a los 18 años ingresaría al Partido Comunista de Checoslovaquia. La eterna tensión entre la militancia y la literatura se sinterizarían de forma fecunda en este personaje, convirtiéndose en un valioso militante del comunismo checo y en redactor de las publicaciones Rudé Pravó y Tvorba, desde las que se explayó notablemente sobre política, cultura y literatura.
Pero no es el Reportaje un simple recuento de “momentos difíciles”. No es eso lo que lo engrandece y lo que explica su extraordinaria universalidad y vigencia. Aún en este contexto desesperado, son frecuentes las alusiones de Fucik a la vida exterior, a la belleza del mundo por el cual pelea y por el que ha caído en combate, el recuerdo afectuoso de lo suyos, la seguridad absoluta en el porvenir, el intento de desmenuzar con precisión y sin rencores las motivaciones de sus enemigos.
En el desfavorable contexto de una Checoslovaquia invadida por el nazismo, con el Partido Comunista checo operando desde la clandestinidad, con el objetivo encarnizado del nazismo de abolir la prensa antifascista en los países ocupados, es que Fucik desarrolló parte de su obra de periodista, militante y crítico teatral y literario. El 24 de abril de 1942, ya siendo parte del Comité Central del Partido Comunista, fue capturado en una redada de la policía secreta del nazismo. Así se iniciaría un largo derrotero por diversas cárceles de la Gestapo en las que sería torturado física y psicológicamente (“¿Cuántos golpes puede resistir un hombre sano?”, se preguntaba por ese entonces). Contra todo pronóstico, dada la brutalidad de las torturas, jamás dio una dirección, un nombre, un indicio que permitiera a la inteligencia nazi ahondar en sus pericias. Quizás sea esa una de las grandes paradojas de una historia repleta de ellas: Julius Fucik, quién como tantos otros empuño la palabra “como arma cargada de futuro”, tuvo, como acto final, como último esfuerzo, el valor, la osadía de quedarse callado, de no “cantar” ante los SS que se lo reclamaban antes de darle el “beneficio” de la muerte.
Gran parte de este período Fucik lo vivió en la cárcel de Pankrác, en la cual escribió la mayor parte de las líneas de lo que sería conocido como el “Reportaje al pie del patíbulo”. Como periodista infatigable que era, nunca dejó de escribir, de narrar, de ser cronista de su propio tiempo. Este libro, escrito de a retazos y gracias al amparo y la complicidad de sus compañeros de cautiverio, fue literalmente sacado hoja a hoja entre los barrotes de las cárceles. Estos papeles dispersos fueron recogidos y compilados por Gusta Fucikova, su compañera, quién, luego de sobrevivir a su estancia en el campo de concentración de Ravensbrück, se dedicó a la tarea inmensa de recuperar el último testimonio de Fucik. El relato va desde la descripción de su desafortunada captura hasta la explicación de las condiciones de vida en la cárcel, pasando por la enumeración de las más diversas torturas y vejaciones perpetradas por sus carceleros.
Pero no es el Reportaje un simple recuento de “momentos difíciles”. No es eso lo que lo engrandece y lo que explica su extraordinaria universalidad y vigencia. Aún en este contexto desesperado, son frecuentes las alusiones de Fucik a la vida exterior, a la belleza del mundo por el cual pelea y por el que ha caído en combate, el recuerdo afectuoso de lo suyos, la seguridad absoluta en el porvenir, el intento de desmenuzar con precisión y sin rencores las motivaciones de sus enemigos. No casualmente escribiría quizás sus más conmovedoras palabras: “He vivido por la alegría, por la alegría he ido al combate y por la alegría muero. Que la tristeza nunca sea unida a mi nombre”. Fue quizás ese optimismo extraordinario, militante, sobreviviente, libre de toda ingenuidad, la marca indeleble de Julius Fucik y su legado para las generaciones por venir.
El Reportaje, traducido a más de 80 idiomas, se ha convertido en un testimonio universal de la resistencia contra el fascismo. Por ejemplo, podemos rastrear su impacto en la Argentina, ya que se convirtió en una lectura casi obligada para las generaciones militantes de las décadas del ´60 y el ´70. Incluso fueron palabras de Fucik las que despidieron a más de un militante asesinado. Más recientemente, la conmovedora historia de Julius Fucik fue retratada por el actor y dramaturgo Marcos Moyano en su genial obra “Julius”, ejemplo cabal de teatro político, que fue estrenada en 2009 en la ciudad de Mar del Plata. El “Reportaje al pie del patíbulo”, desaparecido durante mucho tiempo en Argentina luego de su temprana edición en 1950, fue reeditado hace algunos años. No han sido pocos ni vanos los intentos de recoger este testimonio y de inscribirlo en las tradiciones más amplias de la militancia política de izquierda y del periodismo militante. Aquel periodismo que ha jurado, como Julius Fucik, como Rodolfo Walsh y como tantos otros, dar testimonio, especialmente en tiempos difíciles.