Un poema sencillito, sin mayores explicaciones. Porque la poesía no se explica, se escribe y ya. Acompaña una pintura clásica del enorme Wilfredo Lam.
Vocifero mis razones,
aunque el furor
es la única mecánica que conozco.
Creo en el amor,
pero sé que no escuadra
a los desparejos.
Desconfío de los duros,
porque sé que por adentro
están hechos de pulpa.
Deposito toda mi fe en la ciencia,
ese fabuloso
invento de la magia.
Creo en los dioses diminutos,
que anidan
en la sarna de los justos.
Por suerte tengo un oficio tibio
que le besa a las palabras
sus pies fríos.