Tesis apresuradas sobre el golpe en Bolivia

Texto breve escrito al calor de los acontecimientos. No más que algunas tesis provisoras sobre el golpe de estado consumado en Bolivia.

1) Como dijimos los movimientos populares, todo lo concerniente a los comicios en Bolivia no era más que una coartada para concretar un golpe de estado tradicional. Ni la auditoría de la OEA, ni los llamados al diálogo, ni la negativa a reprimir a los Comités Cívicos desbocados, ni la convocatoria a nuevas elecciones detuvieron la escalada golpista. Ésta llega ahora a una nueva fase con la persecución masiva a dirigentes y militantes, con la declaración destituyente de las Fuerzas Armadas y con la renuncia de Evo Morales y Álvaro García Linera para evitar un baño de sangre. Pese a ésta loable tentativa, el objetivo último de la reacción no es la mera dimisión de los gobiernos populares sino la desmovilización, represión, dispersión y desmoralización de las clases populares y sus organizaciones. Así lo indican las razzias que se desarrollan en este mismo momento.

2) Nuevamente, presuntos demócratas de izquierda y de derecha, europeos, yankis o latinoamericanos, le hacen el caldo gordo a los procesos desestabilizadores en la región. Queriendo erigirse en custodios de la democracia en sus formatos burgueses y liberales, impugnando la legitimidad incuestionable de un gobierno que ganó holgadamente las últimas elecciones y que fue sustentado por las mayorías indígenas, obreras y populares, posicionándose en ocasiones a la derecha del mismísimo Ministerio de Colonias, más preocupados por la alternancia que por un golpe largamente anunciado, han contribuido a abrirle la puerta a los Camacho, los Pumari, los Mesa. Fascistas de la peor ralea que algunos se atrevieron a definir como «centristas moderados». Hace rato que estos intelectuales han pasado de la ingenuidad y la ambivalencia al campo de la reacción. Lo dijimos y lo repetimos: el neoliberalismo es fascismo en suspenso. No podemos quedarnos encerrados dentro de una institucionalidad liberal que nos constriñe, mientras la propia oligarquía le prende fuego con nosotros adentro.

3) Estabilidad macroeconómica no es solidez estratégica. Independientemente del desenlace del proceso, debemos pasar revista a aspectos centrales como el rol determinante de la comunicación política y la necesaria desmonopolización de los medios de comunicación, concentrados en Bolivia como en otros países casi al cien por ciento en manos de corporaciones privadas; al tema del monopolio de la fuerza y el trabajo ideológico sobre las fuerzas militares y policiales, dado que la dimensión militar es y seguirá siendo una dimensión sensible y determinante de todos los procesos de cambio como nos enseñó el Chile de Allende por la negativa y la Venezuela de Chávez y Maduro por la positiva; la pérdida de hegemonía de los gobiernos de izquierda y progresistas sobre los sectores populares en sus procesos de movilidad social ascendente con su consecuente desclasamiento objetivo y subjetivo; la necesidad insustituible del control de calle por parte de las organizaciones de masas, dado que el repliegue territorial de las fuerzas masistas fue el primer elemento que desbalanceó de forma irreversible las correlaciones de fuerza; la eficacia de los lazos e iniciativas de solidaridad internacional y las dificultades para acompañar a una nación históricamente hermética por variadas razones; y un sin fin de otros aspectos que habrá tiempo de masticar más adelante.

4) Al contrario de las perspectivas liquidacionistas que esbozaban ya hace días algunos seudo intelectuales de izquierda, el proceso en Bolivia sigue abierto pese a la pérdida del poder de Estado, por lo que es necesario reforzar la más activa solidaridad. El destino de Bolivia es el destino de Nuestra América. El verdadero milagro boliviano no han sido nunca sus variables macroeconómicas, sino sus organizaciones populares obreras, indígenas, de mujeres y campesinas. Venga lo que venga, el destino del país está en sus manos. Debemos poner todas nuestras miradas para evitar y contener la persecución, criminalización y eventual asesinato de líderes populares que podrían perpetrar los Comandos Cívicos y otras fuerzas irregulares.

5) Evidentemente el golpe se enmarca en una tentativa de los Estados Unidos y la derecha continental por recuperar la iniciativa, en un contexto en el que diferentes gobiernos neoliberales se vieron arrinconados por insurrecciones populares de masas como sucedió y sucede en Ecuador, Honduras, Haití o Chile. El Departamento de Estado, radicalizado y cada vez más violento para contener en la región su largo declive global, rompe el impasse golpeando certeramente a las fuerzas de izquierda y progresistas en una de nuestras retaguardias estratégicas. Sus consecuencias regionales son aún inimaginables, pero es evidente que esto representa un parteaguas en la historia latinoamericana y caribeña en lo que va de este vertiginoso siglo XXI. Como desde hace casi dos siglos, la disyuntiva en Nuestra América sigue siendo Monroe o Bolívar.

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