Finalizó la XVIII Conferencia Anual de la Unión Industrial Argentina (UIA). A continuación, un análisis, en clave de soberanía, sobre el discurso de cierre de la presidenta y sobre la coyuntura económica argentina. Publicado en Marcha el 30 de Noviembre de 2012.
La Conferencia Anual de la UIA, finalizó su XVIII edición, con un acto de cierre encabezado por las primeras mandatarias de Argentina y Brasil respectivamente. El encuentro se desarrolló en Los Cardales, en el marco de ciertas tensiones por las trabas al comercio exterior impuestas por el gobierno argentino, motivadas por la acuciante crisis de divisas que afecta al país.
El discurso de cierre de la presidenta, dirigido a los sectores de la industria allí representados, trató sobre una serie de temas muy variados, pero que sin embargo pueden ser leídos en una misma clave: la soberanía. Repasemos algunos de ellos.
“El milagro argentino”: soberanía y deuda externa
El “milagro argentino” y la “década ganada” fueron dos de las alusiones de la presidenta sobre las bondades del modelo. En este sentido destacó la renegociación exitosa de la deuda externa de la gestión kirchnerista, presentada nuevamente como un acto de soberanía nacional. Por otra parte, ratificó la voluntad gubernamental de “hacer honor” a los compromisos del pago de la deuda sin acceder al mercado de capitales. Es interesante recordar como un país con un peso geopolítico mucho menor como Ecuador, decidió en 2007 auditar su deuda, desconociendo gran parte de ella al considerarla odiosa e ilegítima. Jean Ziegler, relator especial de la ONU durante años, señaló al respecto que esa medida soberana permitió morigerar los efectos de la crisis mundial en Ecuador. Crisis que hoy se manifiesta en nuestro país bajo la forma de techos salariales, una inflación vertiginosa y unas restricciones a la importación insostenibles en el tiempo. Dada esta difícil situación, cabe preguntarte por qué se empeña Argentina en seguir utilizando un cada vez más acotado superávit en el pago de una deuda, contraída en gran parte bajo gobierno militares, y que especialistas como Alejandro Olmos han catalogado como fraudulenta.
En efecto Argentina emprendió desde el 2002-2003 un proceso de recuperación industrial, vinculado directamente al legado del neoliberalismo y su crisis terminal (reutilización de la capacidad industrial ociosa, tipo cambiario favorable, bajos salarios, etc). Pero esta recuperación, lejos de posicionar a Argentina en mejores condiciones para ejercer su soberanía política, mantuvo y profundizó las condiciones de dependencia. Es así que la cúpula industrial profundizó la concentración en un puñado de firmas, y también su extranjerización.
La cuestión energética
Sin duda la cuestión energética es uno de los puntos centrales de cualquier noción de soberanía. La mandataria dejó en claro en su discurso que la recuperación parcial de YPF para la órbita estatal, un avance innegable en la materia, se debió a una decisión coyuntural debido a la falta de inversión y exploración de la española Repsol. Problema que no pudo ser revertido con el ingreso promovido por el gobierno de la familia Eskenazi a la compañía. Esta política avalada por el Estado hasta hace poco, derivó en el agotamiento de las reservas hidrocarburíferas y en un déficit energético alarmante. Aún queda mucho camino por recorrer para alcanzar la soberanía energética, ya que ninguna mención oficial se ha hecho sobre avanzar en la nacionalización de todo el sistema de hidrocarburos que queda por fuera de la órbita de YPF. La expropiación parcial de la petrolera estatal y la adopción del modelo brasileño en desmedro del modelo de la venezolana PDVSA, plantean serias dudas sobre los alcances futuros de esa soberanía.
La industria: entre la realidad y el mito
Por supuesto, estuvieron presentes en boca de la presidenta los elogios típicos a la recuperación industrial de la década presente. Pero estas menciones, estereotipadas, suelen ocultar más de lo que muestran. En efecto Argentina emprendió desde el 2002-2003 un proceso de recuperación industrial, vinculado directamente al legado del neoliberalismo y su crisis terminal (reutilización de la capacidad industrial ociosa, tipo cambiario favorable, bajos salarios, etc). Pero esta recuperación, lejos de posicionar a Argentina en mejores condiciones para ejercer su soberanía política, mantuvo y profundizó las condiciones de dependencia. Es así que la cúpula industrial profundizó la concentración en un puñado de firmas, y también su extranjerización.
Por otro lado, la crónica escasez de divisas muestra las limitaciones del proceso de sustitución de importaciones impulsado por el gobierno, que ha confundido a una burguesía autóctona con una burguesía nacional capaz de impulsar un proceso de desarrollo endógeno. Bienes intermedios que podrían ser fabricados en el país siguen siendo importados, y no se está más cerca que hace diez años de contar con una industria de genere gran valor agregado. Pese a las menciones oficiales sobre la industria automotriz o electrónica, lo cierto es que estas son deficitarias y se limitan en gran medida a ensamblar localmente componentes importados. Así mismo, no se puede desligar esta industria incipiente del complejo agroexportador que en definitiva la subsidia, el cual depende de la exportación de un puñado de productos como la soja y sus derivados. Nada garantiza la continuidad de los actuales términos de intercambio de estos productos y una recesión continental en Europa o una retracción de la demanda china o brasilera, descalabrarían toda la economía argentina.
Integración regional
El discurso presidencial y toda la conferencia de la UIA, estuvo atravesada por la temática de la integración latinoamericana, y en particular por la relación entre Argentina y su principal socio comercial, Brasil.
Cristina Fernández dio cuenta de una visión de la integración regional en la cual priman los acuerdos comerciales y empresariales, más que la confluencia en un proyecto político de alcances continentales. Por eso la integración mencionada no se redujo a un ámbito de afinidad política conformado por los países neodesarrollistas de la región, sino que incluyó a los países del llamado “cordón del pacífico”. Países que hoy constituyen la columna vertebral del neoliberalismo y del imperialismo en nuestro continente.
Resulta contradictorio pensar cualquier tipo de soberanía nacional o regional en alianza con países en los cuales, con el estímulo de sus respectivos gobiernos, proliferan las bases militares estadounidenses. En un contexto signado por la militarización creciente y por los golpes de Estado de Paraguay y Honduras, la soberanía latinoamericana solo podrá ser antiimperialista.