Algunos apuntes (a desarrollar) sobre las revoluciones haitiana y cubana, en este nuevo primero de enero, su común y feliz aniversario.
- Ambas acontecieron en pequeñas islas del Caribe, periféricas, coloniales o dependientes, precisamente allí dónde no podían ni debían suceder, según los manuales en boga del liberalismo español y francés o del marxismo-leninismo de tipo soviético. Y se realizaron vindicando a los últimos de la fila, a los caídos del dogma: los negros y los campesinos. Así y todo seguimos prescindiendo del estudio de esa latitud decisiva de nuestra patria latinoamericana de la que casi todo nos resulta ignorado.
- Ninguna de las dos revoluciones se hizo pidiendo permiso ni rindiendo pleitesía a las instituciones consagradas por las clases dominantes, por más que le pese a los liberales de izquierda o de derecha. Y no por falta de virtudes democráticas por parte de los revolucionarios: así lo demuestra la temprana vocación del joven Fidel Castro y del Partido Ortodoxo de restaurar una tímida constitución liberal atropellada por la dictadura de Batista, y las infructuosas tentativas de los haitianos por aplicar en su colonia los principios de una Revolución Francesa que proclamó libertades y derechos pretendidamente universales.
- Las dos revoluciones se hicieron con violencia, blandiendo todas las armas concebibles, según el terreno y las condiciones de la lucha eran impuestas, indefectiblemente, por el enemigo: elecciones, huelgas generales, insurrecciones de masas, guerra de guerrillas, etc. Allí están, como muestra de esta violencia fundante, el atentado al vapor La Coubre y la invasión de Playa Girón en Cuba, o el envío de 25 mil veteranos de las guerras napoleónicas al mando del general Leclerc para aplastar a los negros insurrectos en Haití.
- Contra quiénes insisten en recrear en la teoría contradicciones ya saldadas en la praxis de nuestros pueblos, ambos procesos compaginaron la presencia de liderazgos formidables, eclipsantes (Fidel Castro o Toussaint L´Ouverture) con inéditos y extendidos procesos de protagonismo popular, desde las comunidades agrarias bajo el régimen de Alexander Pétion hasta los Comités de Defensa de la Revolución en Cuba.
- Concebidas bajo el ideal de una común patria caribeña y latinoamericana, ambas revoluciones fueron internacionalistas. No hace falta explayarse sobre la epopeya cubana: basta citar las campañas del Che en el Congo o Bolivia, la conferencia de la OLAS en 1967 o el apoyo decisivo a la Revolución Sandinista. Por su parte, Haití, en la figura de Alexander Pétion, ofreció armas, barcos y soldados al derrotado Bolívar en su exilio jamaiquino, sentando las bases de sus victoriosas campañas, y ofreció asilo nada menos que al federal argentino Manuel Dorrego.
Feliz aniversario de formidables revoluciones, y paciente impaciencia en la construcción cotidiana de aquellas que vendrán. Al decir de Antonio Gramsci, «el incendio revolucionario se propaga, quema corazones y cerebros nuevos, hace brasas ardientes de luz nueva, de nuevas llamas, devoradoras de perezas y de cansancios. La revolución prosigue, hasta su completa realización (…) Y la vida es siempre revolución.»