Luis María Pescetti es un reconocido pedagogo, músicoterapeuta, actor y escritor. Pero por sobre todas las cosas, un humorista provocador, capaz de trastocar en cuentos y canciones, los supuestos que la pedagogía y la industria infantil han construido. Publicado en Marcha el 25 de Junio de 2012.
Nacido en San Jorge, provincia de Santa Fe, aunque viajero incansable, residió en México, en Suecia y en Cuba, para luego retornar a Buenos Aires. Fue ganador de numerosos premios por su obra musical y literaria, siendo uno de los más destacados un premio de la prestigiosa Casa de las Américas en 1997.
Verdadero hombre orquesta, trabajó inicialmente como maestro de escuela, para luego hacer que sus clases llenas de humor, música y desparpajo trascendieran las barreras del aula. Como músicoterapeuta es dueño de cantidad de ensayos y reflexiones sobre los temas que lo apasionan: el humor, las palabras y los niños. Actualmente realiza shows musicales y continúa escribiendo libros infantiles como los de cuentos “El pulpo está crudo” y “Nadie te creería”. Además, continúa la saga de libros sobre Natacha, una niña lúcida y despierta que nunca deja de cuestionar su mundo (para muchos, una especie de Mafalda de nueva generación). Pescetti ha incursionado también en la literatura para adultos y desde 2009 es parte del bloque infantil de Canal 7 participando en el programa “Permitido estacionar”.
Otra cosa singulariza a Pescetti: distinguir cuidadosamente lo “infantil” y las “cosas para chicos”. Entre estas dos cuestiones, habitualmente confundidas, polos opuestos para él, es que maniobra en cuentos, espectáculos teatrales y canciones. Afirma en este sentido que el terreno de lo infantil no es exclusivamente patrimonio de los niños. Lo infantil es una forma de ver el mundo, con sus propias reglas y claves, un modo de ser y de hacer.
Presentado Luis Pescetti, ¿qué es lo que hace tan especial a sus libros y canciones? ¿Por qué los chicos, a veces sobrestimulados y convertidos en adultos (adulterados gusta decir él), otras veces opacos, insensibles y desprovistos de deseo, disfrutan tanto de su humor irreverente? ¿Por qué los chicos siguen demandando un arte ajeno al mundo rosa y prefabricado que la escuela y la industria cultural les ofrecen? ¿Cómo es que Pescetti logra tender esos puentes entre generaciones, los cuales resultan visibles cuando en sus shows, tanto los niños como los adultos, festejan a las carcajadas la fiesta de su humor?
Sin duda se debe a que Luis Pescetti es dueño de una particular concepción de lo infantil, una concepción sumamente crítica y provocadora. Él, como los chicos, parece no tener filtro. No existen para él la incorrección o el tabú, ya que todo puede ser dicho cuando las palabras son concebidas como un juego. Sólo así resultan legítimas las canciones sobre niños caníbales, la exaltación casi poética de la palabra “caca”, enseñar a un niño que “los alimentos no están hechos de comida” o indicarles como hacer para que su madre se sienta mal al abandonarlos para ir al trabajo.
El jugar con las palabras, en general asociado al tiempo perdido, al ocio inútil, es la materia viva de sus cuentos y sus canciones. “El juego es un juguete” dice Pescetti y construye su arte con el humor y el absurdo. Solo entendiendo esto podemos disfrutar del desconcierto provocado en una convención de amnésicos, las aberraciones ortográficas cometidas en cuentos como “LOTrO dÍA”, o la crónica impecable de un acto escolar en “Ato solene”. Pese a esto, siempre hay lugar para “bajar línea”, como suele decir. Es así que puede hacer una canción para pelearse con un afamado crítico literario en la defensa del valor literario de Harry Potter y enseñarnos que la crítica debe “ensanchar la belleza”.
Otra cosa singulariza a Pescetti: distinguir cuidadosamente lo “infantil” y las “cosas para chicos”. Entre estas dos cuestiones, habitualmente confundidas, polos opuestos para él, es que maniobra en cuentos, espectáculos teatrales y canciones. Afirma en este sentido que el terreno de lo infantil no es exclusivamente patrimonio de los niños. Lo infantil es una forma de ver el mundo, con sus propias reglas y claves, un modo de ser y de hacer. Si bien lo infantil predomina en los niños, se encuentro en todas las etapas de desarrollo, en la adolescencia y en el “mundo adulto”.
En su libro “Taller de animación musical y juegos”, Pescetti afirma que las cosas para chicos están tremendamente contaminadas de pedagogía, psicología y paternalismo. De pedagogía porque todo lo creado para niños siempre debe ser en función de una enseñanza, “lecciones apenas disfrazadas de otra cosa”. Se refiere a la contaminación de psicología porque esta parece justificar reducir todo lo destinado a los niños a etapas o fases cuidadosamente demarcadas, que niegan el acceso al niño como ser integral. Los niños no exigen lo que pueden aprender, sino lo que les divierte, emociona y desconcierta, aunque no puedan comprenderlo. Y respecto al paternalismo, se refiere a que las cosas para niños, pretenden mostrarles un mundo rosa, sin contradicciones ni frustraciones, enseñándoles una humanidad buena e inocente que hace sentir al chico un “monstruo”, porque él, como ser perceptivo, se da cuenta de que a veces él mismo no es como ese mundo extraño que trazan los adultos.
Entendiendo que la música y la literatura de Pescetti son infantiles pero no necesariamente cosas para chicos, podemos disfrutar de sus maravillosos juegos con el lenguaje en todos los ámbitos en los que los ha desplegado.
Como nota al pie, cabe destacar que los libros de Pescetti lamentablemente son editados a precio-monopolio por el sello editorial Alfaguara y que, en general, la literatura infantil sufre simultáneamente de subvaloración y sobreprecios. Por suerte, por Youtube circulan videos en donde canta hermosas canciones infantiles de su autoría o recopiladas en sus interminables viajes. A disposición están de los niños y adultos que quieran estimular su lado infantil, renegando junto con Luis María Pescetti, siquiera por un momento, del pedagogismo, del mundo pintado color de cosa y de las demás “cosas para chicos”.